La artista española se arrancó con el primero de dos conciertos de su tour Motomami, con una explosión de ritmos que emocionó a sus fans.
Si alguien preguntara qué pasó anoche en el escenario del Auditorio Nacional, la respuesta sería que hizo de las suyas un torbellino catalán llamado Rosalía.
Los primeros embates de este fenómeno vestido de azul fueron en escala superlativa, con luces blancas parpadeando veloces, humo a presión y ocho bailarines que lo acompañaban.
“Mi teoría es que México es Motomami”, dice en algún momento de su presentación, haciendo referencia al álbum con canciones donde el atrevimiento y la seguridad son su sello.
Precisamemte para esa canción no sólo la española interactúa con el público preguntándole qué debe decir si ella dice Moto, sino que luego se trepa precisamente a uno de esos vehículos que sus bailarines han conformado con sus propios cuerpos entrelazados.
“Estoy muy ilusionada de tocar acá, es la primera vez que estoy en México, ver esto lleno”, dice la intérpete feliz.
“Rosalía, hermana, ya eres mexicana”, le gritarán en coro sus seguidores, dos veces a lo largo del recital.
Y ella, con el desparpajo demostrado en su carrera, se mezclará unos instantes con el público de las primeras filas y de pronto aparecerán en el escenario jóvenes invitados que saldrán tras bambalinas.
A sus 29 años, Rosalía muestra una y otra vez el músculo académico aprendido en la Escuela Superior de Música de Cataluña, pero también el lúdico adquirido durante su estancia en la compañía teatral de La Fura dels Baus.
Le sale lo gitana en “De aquí no sales”, apropiándose de los pasos flamencos de esa comunidad que en su momento le atrajó críticas, y también lo rebelde en “Bizcochito”, describiendo a una mujer segura de sí misma, la cual compuso inspirada en la reggaetonera “Saoco”, de Wisin, en la que un hombre escucha a una chica sumisa.
4 fechas tendrá el Motomami; dos en Ciudad de México, una en Guadalajara y otra en Monterrey.
Se regodea con su elasticidad en “Despechá”; se semiacuesta con lentes oscuros para “Fama” y da una rápida clase del abecedario en “Abcdefg”, en la que parecería enuncia palabras con esas iniciales al azar, pero en realidad hace alusión a varias en femenino como titánica, coqueta, patrona, guapa y emperatriz.
El público hace su parte, pues desde su arribo al concierto muestra su ajuar favorito: ellas en blusas con transparencia negra, mallas, minifaldas y pequeñas colitas como peinado, ellos de oscuro y algunos con orejas rojas de plástico.
¿Y de recuerdo? Optan algunos por playeras de 150 pesos a las afueras del Auditorio, que se triplican adentro como mercancía oficial, lo mismo pasa con sudaderas y paliacates.
“¡El chiste es venir lo más perra posible!”, dice una de las asistentes, deseando haber traído uñas más largas.
Una cámara colocada a nivel piso y otra más, ambulante sobre el escenario serían las responsables de mandar imágenes a las dos pantallas centrales, para que hasta las filas más lejanas vean todo a detalle.
Rosalía hará en México cuatro fechas, dos en Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
La noche no podía acabar sin que la europea cantara sus versiones de “Con altura” y “La noche de anoche”, que originalmente grabó con el colombiano J Balvin y el puertorriqueño Bad Bunny, respectivamente, así como “Chicken teriyaki”, en la que junto con sus acompañantes salió en patín.
“La noche se acaba, es lo que es”, apunta la cantante ante la tristeza de los asistentes.
Ayer en el Auditorio cayó un remolino de pop, trap, hip hop, electrónica y experimental, y nadie salió herido.
“Estoy muy ilusionada de tocar acá, es la primera vez que estoy en México, ver esto lleno... Mi teoría es que México es Motomami” comentó la artista.
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