Al final de la película de drama psicológico Tár, de Todd Field, la directora de orquesta Lydia Tár pierde su puesto al frente de la Filarmónica de Berlín. Está separada de su esposa. Pero encuentra una nueva carrera: dirigir actuaciones en vivo de la banda sonora del videojuego Monster Hunter.
No es un final feliz. Pero parece verídico: para las orquestas del mundo, actuar para nerds, ya sean bandas sonoras de videojuegos o películas con éxito en taquilla, es una actividad lucrativa. Si hablamos con los contadores de muchas filarmónicas, nos dirán que lo que más llena las salas son las actuaciones en vivo del soundtrack de una película o de un videojuego, y que son una parte cada vez más importante del sustento económico del trabajo diario de la orquesta.
Tal es el poder del dinero de los nerds. A medida que las instituciones culturales compiten por la atención y batallan por la lealtad, todas se han vuelto más dependientes del entusiasmo de los geeks (persona fascinada por la tecnología y la informática) y los obsesivos: porque, al menos, se puede contar con nosotros para que acudamos y corramos la voz, para bien y para mal.
Desde el estreno en 2008 de Iron Man, de Marvel, las adaptaciones de cómics han dominado las salas de cine (estas ya recaudaron en conjunto más de 25 mil millones de dólares en todo el mundo), y dieron lugar a otras incursiones más profundas en la cultura nerd, como la película de Paramount Pictures Calabozos y Dragones: Honor entre ladrones, una apuesta multimillonaria por el juego de mesa. Y la alta cultura no es inmune a los encantos del nerd. En Londres, la Royal Shakespeare Company vuelve a representar en noviembre el clásico del anime Mi Vecino Totoro del Studio Ghibli, después de romper récords de taquilla el año pasado.
La música clásica está en retroceso, pero ser un nerd adquirió un nivel de caché cultural, en gran parte por su poder adquisitivo. Si tienes dinero, eres genial: o, al menos, la gente está dispuesta a fingir que lo eres con la esperanza de obtener algo de ese dinero.
El auge del dinero nerd es producto de una serie de cambios, muchos de ellos, irónicamente, impulsados por ellos mismos. Los inventos tecnológicos de los nerds declarados y orgullosos nos dieron a los demás geeks una medida de gloria que nos refleja. Pero esos mismos inventos cambiaron la forma en que todos consumimos: en un mundo de cultura multicanal y en el que vemos cosas bajo demanda, algo por lo que los nerds fueron condenados al ostracismo —su obsesión— se ha convertido en una mercancía valiosa.
El poder adquisitivo de los nerds a menudo se presenta como una historia para hacernos sentir bien. El geek heredó la Tierra. Pero si se observa más estrechamente, se ve que hay mucho material dirigido a los nerds, pero gran parte de eso es de baja calidad.
Esta falta de ambición refleja y contribuye a una difícil verdad: que la era del dólar nerd no ha enriquecido mucho nuestra vida cultural. De las innumerables películas de superhéroes estrenadas en las dos últimas décadas, la mayoría de la gente acepta que solo un puñado son de auténtica alta calidad, aunque no se ponen de acuerdo sobre cuáles son: las mías son Spider-Man: Un nuevo universo, Thor: Ragnarok, X-Men: Días del futuro pasado y Los Guardianes de la Galaxia.
La película de Calabozos y Dragones resume el momento cultural. Si has visto alguna película de superhéroes de Marvel, conocerás su planteamiento: muchas ocurrencias y diálogos irónicos. Difícilmente es un clásico del cine moderno, pero tampoco es una mala película. Pero si bien comparte un escenario y captura algo del sentimiento anárquico de una sesión del juego de Calabozos y Dragones, el interés por lo que lo hace “divertido” se siente completamente ausente en la película. En lugar de eso, lo que se nos ofrece es un repaso obligado de algunos de los lugares y hechizos más famosos de la franquicia.
Esa podría ser la consecuencia más perjudicial del mayor poder adquisitivo de los nerds: que en lugar de buscar cosas nuevas que hacer con las viejas historias, gran parte de nuestra cultura común está dominada por nuevas versiones de baja calidad, hechas para garantizar un dinero rápido en lugar de contar una buena historia.
Fuente: Milenio
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