La ausencia de contacto humano puede llegar a afectar a la salud. Te explicamos lo que le sucede al organismo y algunas formas de llenar ese vacío.
Está claro que estos paseos con mascarilla y distancia son cada vez más llevaderos porque nos hemos ido acostumbrado a ellos, pero me hizo pensar: “No creo que pueda acabar pareciéndome normal no estar cerca de mi gente. El contacto humano es esencial para sobrevivir”.
Y la distancia social es un mal menor, eso no lo dudo, ya que ayuda a que la COVID-19 se propague más lentamente. Salva vidas y todos deberíamos practicarla hasta que tengamos una vacuna que nos proteja del virus. Los investigadores respaldan el hecho de que nos encontramos en un periodo de carencia sensorial real: como resultado de nuestra existencia sin presencia, los niveles de estrés están al alza y nuestro sentido de la comodidad y la conexión está menguando.
En pocas palabras, no estamos hechos para vivir aislados, sino todo lo contrario. Nuestra necesidad de socializar aparece desde el nacimiento. “El contacto se encuentra entre las partes más básicas de la esencia del ser humano, forma parte de nuestra naturaleza”, dice Craig Sawchuk, doctor y psicólogo en la Clínica Mayo. “Es lo primero que ocurre en cuanto nacemos en lo que respecta al apego: una madre que sujeta a su bebé”. Como adultos tenemos los mismos deseos de cercanía y afecto aunque ya no seamos bebés indefensos. “El contacto físico ayuda a secretar sustancias químicas importantes en el cerebro como la oxitocina, que está relacionada con el vínculo afectivo, y la dopamina, otro químico ligado al placer”, dice Scott Bea, psicólogo en la Cleveland Clinic.
Estas sustancias de la felicidad hacen maravillas sobre nuestro bienestar ayudando a regular la frecuencia cardiaca y la presión arterial y respaldando nuestro sistema inmunitario. De hecho, en un estudio de Psychological Science se ha demostrado que los abrazos protegen frente al contagio de un resfriado. La gente que abrazaba fue menos propensa a infectarse en presencia de un virus del resfriado, y los pocos que enfermaron desarrollaron síntomas más leves si abrazaban regularmente.
¿Y qué pasa si no nos podemos tocar? Pues que “los niveles de estrés se disparan y la satisfacción con nuestras relaciones se desploma de forma espectacular”, dice Asim Shah, médico, profesor y vicepresidente ejecutivo del Menninger Department of Psychiatry en el Baylor College of Medicine. En esencia, perdemos una manera básica de lidiar con los problemas que calma la ansiedad y perpetúa la intimidad. En ese momento “somos como esa planta que se marchita porque no la estamos regando lo suficiente”, dice la psicóloga clínica Lori Whatley.
“Así es como nos sentimos muchos de nosotros en esta nueva situación”. Hay algo positivo en todo esto: la cercanía sonora tiene beneficios similares a los del contacto físico (piensa en lo bien que te encuentras tras hablar por teléfono con una amiga o un familiar). Y lo bueno es que hemos retomado esa costumbre de llamar a nuestros familiares, amigos y conocidos para charlar con ellos en tiempo real, en vez de limitarnos a ponerles mensajes en las redes sociales. Cuando entramos en cuarentena en marzo, diversos estudios revelaron que las llamadas telefónicas diarias se duplicaron, y duraban un 33% más.
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